Del bocata de calamares hasta los secretos de los Austrias: 100 planes para descubrir Madrid

Madrid es algo más que un paseo por el parque de El Retiro, una mañana entre los cuadros del Prado o una visita al Palacio Real. Todo eso ya es mucho, pero es solo una ínfima parte de lo que se puede hacer en la capital. En ocasiones, los madrileños ‘auténticos’ (los llamados gatos) se conforman con pasar el típico domingo en el Rastro, con un vermut de aperitivo y una tarde de cañas en La Latina.

Pero tiene que venir alguien para mostrarles que su ciudad tiene infinitas posibilidades. Es el caso de Ángeles Vázquez, nacida en Guadalajara pero madrileña de sentimiento, que ha publicado una guía para el capitalino que quiera descubrir las aristas de su ciudad: 100 cosas que hacer en Madrid al menos una vez en la vida, de Ediciones Lectio (13,90 €).

Hay actividades en Madrid que parecen solo destinadas a los turistas. ¿Quién no ha visto a la típica familia de provincias poniendo un pie sobre el kilómetro cero de la Puerta del Sol, intentando subir a los leones del Congreso o fotografiándose junto a Don Quijote y Sancho en la plaza de España? Aunque nunca se atrevan a reconocerlo, muchos madrileños habrán sucumbido a estos tópicos alguna vez en su vida.

Otro clásico es el famoso bocata de calamares. Hay cientos de bares en Madrid que lo ofrecen, pero la autora recomienda comerlo en los locales de las bocacalles de la Plaza Mayor (más barato y en un entorno más tradicional). La oferta gastronómica, sin dejar de lado el cocido o los callos, se completa con las tajadas de bacalao de Casa Labra a la hora del aperitivo y con un chocolate con churros a horas intempestivas de la noche en San Ginés.

Con algo más de tiempo, es recomendable callejear la ciudad a la caza de sorpresas históricas. Junto a la Almudena, en la Cuesta de la Vega, quedan restos de la antigua muralla musulmana. Poco más allá, se levanta la basílica de San Francisco el Grande: pocos saben que su cúpula es la tercera más grande del Europa. El entorno de la plaza de la Villa está repleto de rincones, recodos y palacetes que conservan todavía el espíritu del Siglo de Oro. Solo hay que adentrarse un poco en sus callejuelas, dejando atrás el bullicio de la calle Mayor, para retroceder 400 años e introducirse en el Madrid de los Austrias.

Otro paseo histórico-artístico requiere elevar la vista: se trata del eje Gran Vía-Alcalá, donde las esculturas de las azoteas son las protagonistas. En otros casos, para encontrar los secretos de Madrid es necesario entrar en sus edificios. Es el caso del garrote vil que se guarda en el Tribunal Supremo, los incunables de la Biblioteca Nacional, el jardín tropical de la estación de Atocha o las esculturas funerarias del Panteón de Hombres Ilustres.

Después de tanto paseo, nada mejor que divisar la ciudad de las alturas. Para ello no es necesario subir a las Cuatro Torres ni a los edificios de la Gran Vía. Basta con acudir a alguno de los miradores naturales de la capital: las Vistillas, a un paso de la calle Mayor; el atardecer desde el templo egipcio de Debod, en el parque del Oeste; o la amplia visión de todo Madrid desde el parque de Las Tetas, en Vallecas. Como recuerda la autora al final de su guía: "De Madrid al cielo".

Esta es solo una muestra del centenar de planes disponibles en la capital. Y si se viven con amigos, mejor. Ya lo dice Ángeles Vázquez: "Recorrer con ellos sus barrios ha sido un auténtico placer".